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Our Hand-stretched Horizon (Lima Light), 2016

linen, wood frames, staples, funicular, light 15:00 to 19:00 sunset

LOUISE BENNETT

2 DECEMBER 2016

NOW IS NOW // AHORA ES AHORA

Barranco, Lima, Peru

NOW IS NOW

 

Louise Bennett’s work tends towards a specific focus: the inbetweeness of perception, that gaseous middle-ground floating between reality and our experience of it. The space between the horizon and the subject; or between the horizon, human-reasoning, our physical senses, light, screens, technology, fog, clouds, sounds, etc. The myriad of ways in which our experiences are always mediated are at the center of this group of works.

 

In her text “In Free Fall: A Thought Experiment on Vertical Perspective”, Hito Steyerl makes the case for a contemporary existence that’s been freed of a horizon and thus a linear, progress-oriented perspective. The subjectivity necessary to look at the world and read it —as european settlers did, defining the value of humans, landscapes and animals at once by merely glancing at them— is no longer a viable option.

 

Instead we exist in groundless landscapes; our orientation redefined by disembodied GPS voices and the all-knowing Google god-view. Such a view is tweaked by Bennett into something foggy and unknown: thinly veiled horizons glimpsed from a high and literally groundless place, lightly diffusing our spatial references, our sense of a position. Blankness becomes a landscape painting as both dissolve into a canvas. Turning on the location on your phone might throw a hint your way, but your eyes will refuse to confirm.

 

The experience as calibrated by Bennett also takes aim at symbols, that ever-present mediation, plaguing our minds in the form of languages from the moment we are born. What if languages were a sensible, flexible thing to be constructed out of personal observation and the quotidian? An ear processes a sound, a hand holds a pencil, a drawing is formed, a book is interpreted while fingers play a harp. It’s a sort of sensible mechanization or work-line, the soft mapping of an environment, what Steyerl would call “new representational freedom”.

 

The ultimate mediator: time, also makes an appearance. All the stars we’ve ever seen, all the light that’s ever touched us is at least a few minutes old. If there’s no longer a linear perspective, then why would there still be linear time? In a post-truth reality, who really needs the notion of ever-progressing change? The sun remains the same, or does it? Every human ever has stood under the exact same sun. Are we really marching on, or mostly remaining in place?

 

If we now exist in a ground-less reality, that might not be a terrible thing. Shattering subjectivities and entrenched positions, though conflictive — and these are conflictive times— might lead to something else. The unpredictability of that something is terrifying, and realistically so, but the shattering of the modern subject, assumed to be “natural, scientific and objective” and prone to mark everything unlike itself as “other”, is most likely a good thing. Let us be optimistic and think of groundlessness as more of a blessing than a curse, at least for today. Take a minute to breathe.

 

GABY CEPEDA

November, 2016

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AHORA ES AHORA

 

La producción artística de Louise Bennett tiende hacia un foco específico: las áreas grises de la percepción, ese en-medio que flota entre la realidad y nuestra experiencia de ella. El espacio entre el horizonte y el sujeto; o entre el horizonte, la razón humana, nuestros sentidos, la luz, las pantallas, la tecnología, la niebla, las nubes, los sonidos, etc. La forma en que nuestras experiencias son mediadas por una infinidad de factores, es el núcleo de este grupo de obras.

 

En su texto “En Caída Libre: Pensamiento experimental sobre la Perspectiva Vertical”, Hito Steyerl describe una contemporaneidad que ha sido librada de un horizonte y por tanto de una perspectiva linear orientada al progreso. La subjetividad específica que observa el mundo para leerlo —como hicieron los invasores europeos, definiendo el valor de humanos, paisajes y animales con solo mirarlos—, ya no es una opción viable.

 

Hoy existimos en paisajes desterritorializados; nuestra orientación redefinida por voces sin cuerpo en GPSs y la omnipresente vista aérea de Google. Este paisaje es transformado por Bennett en algo neblinoso y desconocido: horizontes apenas velados, apreciables desde un lugar alto y literalmente sin suelo, nuestras referencias espaciales difuminadas. El espacio en blanco de los bastidores disolviéndose con el paisaje de fondo. Pedirle direcciones al teléfono puede entregar algunas pistas, pero los ojos se niegan a confirmar la información.

 

La experiencia calibrada por Bennett, incluye también a los símbolos, esa mediación constante que habita nuestras mentes en forma de lenguajes desde el momento en el que nacemos. ¿Y si los lenguajes fueran cosas sensibles y flexibles, a construirse a partir de la observación personal y cotidiana? Un oído procesa un sonido, una mano sostiene un lápiz, un dibujo es creado, un libro es interpretado mientras dedos tocan un arpa. Una suerte de mecanización o línea de trabajo sensible, el mapeo blando del entorno, lo que Steyerl llamaría “nueva libertad representacional”.

 

El mediador por excelencia, el tiempo, también se hace presente. Todas las estrellas que hemos visto, toda la luz que nos ha tocado, tiene al menos unos minutos de antigüedad, los que viajó por el vacío del espacio para encontrarnos. Si ya nos despedimos de una perspectiva lineal, ¿porqué no también del tiempo lineal? En una realidad post-verdad ¿quién necesita abrazarse al progreso? El Sol se mantiene igual ¿o eso parece? Todos los humanos que han existido se han parado bajo el mismo Sol. ¿Podemos saber si marchamos hacia adelante o seguimos en el mismo lugar?

 

Si hoy existimos en una realidad desterritorializada, tal vez no sea algo terrible. Aunque el  desmantelamiento de la subjetividad moderna y sus posiciones arraigadas ocasione conflictos —y estos son momentos conflictivos— tal vez termine guiándonos hacia otro lugar. La impredictibilidad de ese destino es aterrador y con razón, pero la destrucción de un sujeto que se asume como “natural, científico y objetivo”, con tendencia a marcar todo lo que no se asemeje a él como “otro”, es quizá la mejor opción que tenemos. Permitámonos el optimismo, y pensemos en una existencia sin horizonte como una bendición y no una maldición, al menos por hoy. Tómate un minuto para respirar.

 

GABY CEPEDA

Noviembre, 2016

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